martes, 5 de mayo de 2015


 

Muchas veces andar por dentro del vagón se hace imposible, bien porque andes como un pato mareado, porque esté lleno hasta las trancas o porque te encuentres a tantos mochileros juntos que pasar por el medio sea un riesgo supremo. Pero lo del otro día ya raya los inimaginables. 

Allí en el suelo, entre los dos vagones había como cinco o seis bultos enormes del tamaño de medio mini, si, no exagero. Eran unas bolsas de esas de cuadritos llenas de a saber qué,  encintadas por todos lados para que no se saliera el contenido. Estaban amontonadas unas encima de las otras y de fondo solo se escuchaba el murmullo de los dueños que hablaban en extranjero. 

Todo el mundo pensaba lo mismo, en sus caras se reflejaban: “¿dónde va esta gente con esos paquetones?“ Pero nunca lo sabremos,  yo no los vi salir de allí. Aunque me pica la curiosidad de saber cómo iban a llevarlos:  ¿a cuestas?  ¿a rastras...? Desde luego eran más grandes que ellos mismos, no tenían muchas opciones.

2 comentarios:

  1. El contenido de algunos paquetes a veces es un misterio. El otro día un hombre llevaba una bolsa de esas pero ésta se movía. Quiero creer que sería un perro o un gato porque lo mismo era una boa constrictor y yo sentada enfrente tan tranquila. Jajajaja.
    Hay gente que se piensa que el metro es una empresa de mudanzas. Besotes!!!

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    1. Ostras!! que miedito jejeje. Si la verdad es que sí. Besotes

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¡¡¡Muchas gracias por tu comentario!!!

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