lunes, 8 de abril de 2013


Foto del Lago Bled
Sus manos soltaron los remos y sujetaron con fuerza las de ella, que firmemente sujetaban la solapa de su chaqueta. No quedaba ni pizca de piedad en sus ojos marrones.


- No serás de nadie más, vendrás conmigo y permanecerás en mi casa atendiéndome como la esposa complaciente que pretendías ser y de mi dinero solo veras los pocos Stotinov que por pena te daré. 


Peter la arrojó al suelo de la barca donde Jana permaneció muy quieta y en silencio. No se escuchaba ni los sollozos, ni las protestas que antes embargaban el aire, ahora solo se percibía el choque del agua contra los laterales de la barca. Peter se aproximó con sigilo, presentía que algo no estaba bien. Sus ojos verdes seguían mirándole con tristeza, su boca entreabierta destilaba un hilo de sangre. Jana se había roto el cuello al darse contra uno de los asientos, y por primera vez desde que la vio andando por la nieve en aquella mañana,  salió del agujero del odio y sintió que le embargaba la culpa.   


-    -  Gracias querido, la verdad es que me has ahorrado muchas molestias cargándote a mi querida hermana. Ahora solo tendré que utilizar una única bala, que por supuesto te está destinada.


De pie a tan solo unos metros de la orilla, una mujer de cabellos rojizos, le apuntaba con una pistola. Sus rasgos eran inconfundibles para él, sus formas, su porte… todo era idéntico a Jana. Ahora las piezas encajaban en aquel puzle, eso era precisamente lo que Jana quería haberle explicado.


-     - Pero… tú eres… eres igual que…


-     -  Exacto, éramos gemelas. Tu querida Jana era una mujer con muchos escrúpulos, no supo aprovechar las oportunidades. Tener dos hombres ricos y guapos… ¡eso no se puede desperdiciar! Pero tranquilo, los bienes de tu testamento y los que herede mi futuro hijo, estarán bien administrados por la mano de la nueva Jana. 


El estallido de una carcajada retumbó entre las copas de los árboles, y  fue lo suficiente intensa como para no ver como el remo se clavaba en su estómago, como su mano libraba la pistola, dejándola al amparo de su nuevo dueño, que plácidamente pronunciaba:


-    - Gracias hermosa… ahora soy yo quién tiene la última bala y muchas razones para utilizarla. ¡Jana! átala y siéntala al fondo. Vamos a ver a Vladimir y que decida él que hacemos contigo y con tu futuro mocoso.


-     - Pero tú estabas….


-     -  Querida Ivana, siempre quise ser actriz y creo que tanto Peter como yo, hemos demostrado ser los mejores.


FIN
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