viernes, 27 de marzo de 2015


En esta semana ha habido de todo, pero principalmente un día malo o como lo denomina Lito, un día oscuro en la semana: la visita al veterinario.

Es verdad que Manolito está como un roble, fuerte, sano, pero dos veces al año le toca la vacuna y esas si que no se puede evitar. Así que el día indicado Lito se esconde debajo de la mesa, asoma el morrillo, pone las orejas tiesas y los ojos espatarrados atento al único ruido que indica que es un día oscuro: el ruido de la jaula en el suelo.

Se agarra con fuerza a la alfombra, a la ropa, a donde sea con tal de no entrar en aquel pequeño espacio, pero no se le excusa. A partir de ahí todo es oscuro,  empieza a gruñir como si fuera un perro (siendo sincera da verdadero miedo), no reconoce nuestras voces y da mucha pena ver sus ojillos llenos de terror, pero por suerte todo es rápido. Abren la jaula le tapan con una toalla mientras él está en un rinconcito, un pinchacito y para casa.

Es más la lata que ir hasta allí que en sí la visita al veterinario. Eso sí el pobre se queda tan relajado que no hay gato en todo el día, ah y ni se lo menciones porque te mira con una cara... claro que yo haría lo mismo.



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