viernes, 20 de abril de 2012

foto del infojardin.com

Hacía tiempo que había abierto la puerta blanca, descubriendo detrás de ella un camino de losas azules, que se perdía en el infinito. 

Comenzó recorriéndolo primero a cuatro patas y después aprendió hacerlo solo en dos.

Aquel camino se alargó tanto en el tiempo, que ya no había vuelta atrás. Los segundos se  habían convertido en minutos, los minutos en horas y las horas en pequeños instantes que formaban un nuevo día.

Paso a paso se encontró con piedras con las que tropezaba dos veces si cabe y que venían acompañadas de días grises con tormentas, lluvias y truenos que había que aprender a aguantar y superar. Pero esos días daban paso a otros más soleados y despejados por los que merecía seguir adelante. 

En su caminar descubrió que no solo había un camino de losas azules, sino que había muchos otros.

Por un lado los negros y grises de los que había que alejarse. Pues tiraban las piedras que ellos no podían superar, haciendo el andar más difícil. Y otros, verdes, morados, rosas… e infinidad de colores, en los que descubría muchos amigos con los que compartía los malos días haciendolos más amenos y los más soleados siendo más brillantes. 

Hoy en un día lluvioso, uno de esos caminos con los que había compartido tantos buenos ratos,  giró hacia un lado y tomo otro rumbo.

Quién sabe si el suyo o el mío volverán a girar y nos volvemos a cruzar. Pero lo que sí está claro, es que juntos andamos parte del camino,  y bien dicen que el camino se hace al andar.  

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