viernes, 6 de mayo de 2016


Ha pasado el tiempo muy deprisa y tengo la sensación de que todo lo que he vivido ha sido como  abrir y cerrar los ojos. 

Carlos y yo decidimos adelantar la boda a los dos meses siguientes. A mi madre casi le da un patatús porque si ya era pronto 6 meses, dos iba a ser una locura, pero la verdad es que ¡fue un día inolvidable! Nos casamos por lo civil, tuvimos que dejar nuestros planes de casarnos de incognito en la iglesia del pueblo, cosa que a mis abuelos sorprendentemente les dio igual y creo que fue porque de este modo se reencontraron con los viejos amigos que habían hecho en la calle.


Me compré un sencillo vestido blanco hasta los pies, con una cinta roja a modo de cinturón  y encargue a una floristería del barrio un ramo de rosas rojas y blancas que hizo la delicia de todas mis invitadas.  A mis vecinas no le gustaba nada que el vestido se ciñera y  fuera marcando tripa, (que la verdad no tenía pero como hay que criticar...) eso si aplaudir, aplaudieron hasta las trancas cuando salí del portal. Estoy segura que allí había mucha más gente de los que habitaban en la calle y no sé porque pero creo que fue cosa de la Gaceta...


Después de aquel día,  mis vecinas me acosaban a preguntas por la calle: que si ya sabía cómo se iba a llamar, que si era niño o niña, que si había engordado, que si la cuna... que si... ¡un horror! Incluso huía de Merche  porque cada vez que me encontraba  era un sobeteo de tripa ¡de mucho cuidado! Así que a los 6 meses solo salía hacer la compra y de paseo por las tardes, a los 8 solo iba a por el pan y porque tenía que estirar un poco las piernas que si no... ¿A los 9?,  a los nueve ni salía pero claro a veces había que intentar mover aquel bombo y comprar cosas para la mudanza que ya estaba muy próxima. Así que uno de esos días en los que una estaba atareada, me quede sin cinta de embalar y como no me gusta dejar las cosas a medias y menos en ese estado, se me ocurrió salir a comprar la dichosa cinta. Fue poner un pie en la calle cuando... ¡rompí aguas! 


¡No me lo podía creer! En casa todo el embarazo y para una vez que salgo... No era capaz de dar ni un paso, un dolor... una angustia... no atinaba a llamar a nadie. Me sentía tan perdida y sola... hasta que, no sé decirte de donde salió, apareció la cara conocida de La Gaceta, con Claudia la nueva novia de Chema (si lo dejo con Pepi, todavía no sabemos por qué, son de un discreto...) y con  Mácu que a un "¡ay la hostia!" tiró todos los tapper que llevaba al suelo.


Entre las tres me tendieron en medio de la acera, me cubrieron con mantas y sábanas  que había tirado Pepi desde la terraza y sin dudaron montaron un paritorio improvisado.


Que decir de las comadronas... parecían haber hecho aquello toda la vida y ahora que lo pienso me resulta surrealista, pero lo cierto es que  no me dio ni tiempo a sentir vergüenza. No sé cuánto tiempo paso pero entre "ánimo “y "empuja" y "ya sale" llego Carla, nuestra pequeña. Así que después de todo,  lo mejor de nuestras vidas nació allí en plena Calle San Luis, en la misma donde unas semanas más tarde un camión cargado de cajas y muebles nos esperaba para emprender nuestro viaje a una nueva vida. 


Carlos desde la calle me metía prisas para montarnos en el coche, pero la verdad es que yo con Carla en brazos, caminaba cada vez más despacio... Allí estaban aquellas zapatillas rojas que volvían a asomarse por debajo de la persiana o el periódico que cada mañana se desplegaba, esta vez se cerraba dando paso a unos pequeños ojos que se escondían tristes detrás de unas gafas redondas... o la cucharilla del café que de pronto dejó de sonar a lo lejos... o la camiseta de la selección que se asomaba por detrás de un cierre a medio echar... o... aquella boca de donde salían los más destacados tacos de toda la historia, esta vez enmudecía para darme el último tapper de la temporada... Y yo triste me paré frente a Carlos, volviéndome a contemplar por última vez aquel lugar. Y entonces lo vi claro, no podía irme, así que me giré y le dije que esa era mi calle, nuestra calle y que lo más raro y lo mejor de mi vida había pasado allí. 

Él me miró y miró a su alrededor, paso el brazo por encima de mi hombro y mirándome a los ojos me dijo: "anda, volvamos a casa"

FIN

PD: Me da pena decir adiós a la Calle San Luis pero todo tiene un principio y un final. Gracias a todos lo que me habéis animado a seguir con esta historia, ya sea con vuestros comentarios o con vuestras visitas. Han sido dos años y medio inventando aventuras,  si 2 años parece que no ha pasado el tiempo ¿verdad? Esto es lo más parecido a escribir un libro y ha sido genial. GRACIAS! 

6 comentarios:

  1. Vaya, voy a echar de menos la Calle San Luis pero me ha gustado mucho el final. Ya decía yo que cómo se iba a ir con todo lo que había vivido en esa calle. Un besote y a por la próxima historia!!!

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  2. Un final muy bonito para esta historia que nos ha tenido enganchados, semana tras semana y un aplauso para esta escritora en ciernes que nos va sorprendiendo cada día más.
    A la espera de los nuevos proyectos que vayan surgiendo de esa mente privilegiada! Beso grande! NR.

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  3. Muchas gracias a las dos! hay proyectos pero no le doy forma todavía, espero que no tarden en llegar. Me alegro que os haya gustado el final le di muchas vueltas y al final salió solo jejej Besotes a las dos sois geniales!!

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  4. Precioso. Y lo cierto es que puedes decir que has inventado una vida, que has escrito un libro...porque escribir no es más que inventar maravillosas historias y la tuya, lo es.
    Un abrazo.

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  5. Precioso. Y puedes decir que has escrito un libro porque escribir es inventar historias, transmitirlas a los lectores para que éstos imaginen y creen vida con su lectura y es lo que tú has hecho con tu calle y tu barrio. Enhorabuena.

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  6. Muchas Gracias Ely!! Eres un amor!! Disculpa la demora en contestar ando un poco desaparecida porque estoy bastante liada. Espero volver pronto con nuevas historias. Un besazo enorme!

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¡¡¡Muchas gracias por tu comentario!!!

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