martes, 3 de junio de 2014



En todos estos años, me he pasado viajando muchas horas en metro y he visto cosas, si, bastantes cosas digamos… asquerosas. Pero cuando llegas a un andén cualquiera, te sientas en un banco cualquiera y descubres escondida entre una mamá y un papá una muñeca ¡todo lo demás se te olvida! No importa los malos olores, ni los empujones, ni las conversaciones en la oreja… no importa nada. Porque aquellos ojillos con Síndrome de Down, aquellas manos pequeñitas que imitaban mis movimientos al leer un libro, aquella sonrisa… borra todos los malos trayectos habidos y por haber.

¡¡Ohh!! Creo que me he enamorado de esa muñeca. Es como cuando vas a la tienda y ves una perfectamente embalada y dices "yo quiero, yo quiero una igual" pues así me sentí yo. Espero que en vuestros trayectos también os encontréis con una muñequita, que con una sola sonrisa haga que vuestro viaje valga la pena.


2 comentarios:

  1. Qué bonito, no todos los viajes en metro dan para risas o sustos, también para conmovernos. Genial.

    Besos!

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    Respuestas
    1. En el metro hay cabida para todo!!! (Aunque predomine lo asqueroso...) jejej. Besotes!

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