sábado, 28 de abril de 2012
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Le miró a los ojos y le grito: “¡corre!”, parecía no escucharle pues su ritmo fue más lento. Sus brazos uno corto y otro largo parecían inertes.
Sentía
angustia, los nervios se apoderaban de ella, pero por mucho que le
tocaba, por muchos golpes que le daba, no parecía reaccionar.
“¡Tú
no lo entiendes!, necesito que corras, necesito que llegue el momento.
Tengo miedo de que suene el teléfono, de que me diga esas palabras que
no quiero escuchar porque sé que me harán pensar una y otra vez en lo
mismo. Por última vez te lo pido… ¡corre!”
Estaba a 5 minutos
de acabar su agonía cuando sonó el teléfono. Su mente le traicionó,
descolgó sin más. Las palabras se quedaron grabadas y el miedo a no
haber dado la respuesta correcta crecía por momentos, ya estaba
perdida. Estaría todo el fin de semana pensando en si habría hecho lo
correcto o no.
“Te suplique que corrieras, que tus agujas
marcaran las dos para terminar mi trabajo y ahora estoy perdida porque
escuche esa voz que me pedía una respuesta.”
Ante su acusación, él le contestó con sus manijas, una pequeña y otra grande, en paralelo hacia el dos: “lo
siento, yo marco el ritmo con mi tic-tac y no puedo hacer nada para
correr más. El problema es tuyo, tienes que aprender que lo más difícil
de esta vida es enfrentarse a las cosas, no intentar escapar de ellas”.
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Buenísima moraleja.
ResponderEliminarel tiempo no siente ni padece, simplemente pasa, sin detenerse.
La vida se consume con el devenir de sus manecillas y si no afrontamos las cosas, simplemente dejaremos de vivir y nunca más recuperamos ese tiempo. Asi que corre, pero para saborear la vida y para pelear por tus principios.
Lo triste es que, casi siempre, aprendemos tarde la lección. Un fuerte abrazo
Muchas gracias Ely!! me alegro que te haya gustado. Un abrazo!!
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