Lito tiene una amiga que desde hace años es inseparable, se llama Milka y es una vaca de peluche.

Llegó a casa una tarde de compras y desde entonces Manolo le cogió mucho cariño, tanto que la pobre está ciega, tiene el rabo despeluchado y del blanco que adornaba el morro, solo queda el de los ojos… Vamos que hace años que no se lava la muy cochina. Pero cualquiera lo hace, quién sabe si Lito la iba a querer igual…

Milka tiene mucho aguante, soporta todas las patadas del mundo, las mordeduras e incluso las caídas libres porque lo que más le gusta a su amigo, es que se la tiren de un lado para otro. Supongo que ya cansada de tanto maltrato decidió escaparse.

Se ocultó detrás de una estantería, tan bien, que aunque se retiró nadie la vio y Lito andaba triste por los rincones. Maullaba a todas horas, de día, de noche, no paraba quieto en su cesto y no pegaba ojo a ninguna hora. Se puso muy pesado, tanto que mi madre pensó en ponerle la maleta en la puerta. Pero todo eso pasó el día en que Milka apareció. No sabemos muy bien porque, quizás porque se le removió su corazoncito de algodón, el caso es que salió de detrás de aquella estantería donde se ocultaba y Lito volvió a ser feliz, volvió a correr de un lado para otro, dejó de maullar.

Hoy duermen tranquilos porque saben que se tienen el uno al otro, parece ser que  la reconciliación fue todo un éxito.