¡Una locura! era una auténtica locura… Sobre todo porque aunque solo nos separaban 30 cm de distancia, había que saltar verjas y tener en cuenta los más de 4 metros de altura que me separaban del suelo, vamos una rotura de piños fijos… Pero con todo y con eso, conocer la verdad era algo que me podía.

Me marqué un límite, solo pasaría una pierna, una única pierna y me estiraría todo lo que fuera necesario para ver por su ventana. Al fin que si solo ponía las manos en su barandilla no se podía considerar allanamiento de morada ¿no? Cometer un delito en plena noche, en pijama no era mi plan, pero las voces… aquellas voces no paraban de reír...

Así que me acerqué a la barandilla, miré a un lado y al otro de la calle. Todo estaba en orden, en silencio, no había ni un alma por la calle excepto yo, que estaba a punto de convertirme en delincuente… Pasé una pierna con cuidado por la barandilla de mi terraza, apoyé las manos en la suya y me estiré tanto como pude, pero no fue suficiente…

Pasé la otra pierna, ahora sí que había riesgo de quedarme espatarrada en plena Calle San Luís, de salir en todos los periódicos locales, la Gaceta luciría la portada orgullosa por todo el barrio... ¡arg! sonaba fatal. Quizás fuera el momento de recular, estaba pasándome de la raya, estaba dejando de lado mis principios... ¡Vag! decidí saltar su barandilla y dejarme de remilgos, que aunque no lo quisiera admitir era el plan inicial.

Poco a poco fui levantando el pie, un esfuerzo más y estaría en su terraza, pero la zapatilla empezaba a resbalarse cuando sentí que alguien doblaba la esquina. Me quedé allí colgada esperando a que pasaran.

-Ea quilla, esta Macú… pobre María…

-Pues sí, me lo contaba llorando. –la zapatilla seguía en descenso, apretaba los dedos para que no se resbalara del todo, estaba en juego mi reputación.- y todo por quererle ayudar si es que ¡auch!- la zapatilla calló sobre la mano de Encarni.- ¿pero qué…?

-Hola vecinas…

-Pero…¿Qué haces ahí?

-Esto… yo… se me ha cerrado la terraza y he intentado llamar a Pepi pero no me escucha así que estaba intentado llegar a su ventana para llamarla…- ¡mentí!, mentí como una bellaca, ¿pero que iba a hacer?

-¡Ay pobre! Chocho espera que llamo a mi mario y que saque la escalera…

-No Merche…-se fue corriendo

-Ay mi marido sabe abrir las puertas con una radiografía ¡Tu aguanta!

-Pero Encarni que no… que…

Buena se había liado, si es que las mentiras no son buenas….

En el metro se pueden descubrir muchas cosas, pero también puede ser uno descubierto…

En una de las puertas había un chico pelirrojo que me llamó mucho la atención, no porque fuera guapo, si no porque no paraba de darle vueltas a la carpeta que tenía llena de apuntes entre las manos. Lo primero que pensé fue: "a este se le cae algo" y efectivamente, allí estaba un trozo pequeño de papel doblado en cuatro partes.

Pero no creas que solo yo lo ví, ¡no, que va! una señora mayor bien perfumada también lo vio y le llamó la atención para que lo recogiera: “Joven, joven se le ha caído algo”. El chico, en su mundo, se agacho a recogerlo pero antes de que su mano lo rozara, un bastón le atizó en plena mano derecha.

-Espera un momento... - se ajusta las gafas- ¿pero que es esto...? - el chico se estaba poniendo nervioso.

 - Me lo puede devolver...- la miraba horrorizado, mientras la anciana se  acercaba la nota a la punta de la nariz.

- A ver que tenemos aquí... letra pequeña, muy concentrada, abreviada...

- Perdone señora pero me puede devolver mi nota...

- ¡No! hay que joderse, a tu edad hay que aprender- y mientras se guardaba el papel en la chaqueta...-  a la mía nos hacen falta chuletas como esta. Gracias Chico, ¡mañana apruebo fijo!

En fin cosas sorprendentes. Cuando uno cree que lo ha visto todo, viene una anciana y te desmantela tu mundo jejej.